Los duendes.
Tocar con el reloj puesto es retar a la música y al tiempo a un duelo donde la nobleza y la razón nada tienen que ver entre dos duendes etéreos. Las aparentes similitudes entre ambos son simples afiches que caricaturizan al metrónomo contra el segundero, el primero resulta ofendido con la comparación que se la hace con ese tic-tac, igual de arrogante del Big Beng al del timex en la fosa común sin reclamo. No se trata de un duelo a muerte entre dos inmortales, sino el que se detiene pierde; tocar con el reloj puesto es lo mismo que cenar en bicicleta, nunca se llegará a ningún lado; un duende se escapa del instrumento y logra trepar al planeta de las horas colgándose de la manecilla mas grande para terminar resbalándose por todo lo largo y caer de nalgas hasta el fondo de las seis en punto. Detenerse a ver el reloj en medio del ajetreo de las muñecas que azotan al instrumento es cancelar automaticamente el duelo y derrotarse a uno mismo, las horas nunca pierden ni se pierden,siempre serán recojidas por otros como monedas extraviadas, mientras las notas vuelan chiflando una oración cósmica en el trasero del universo.
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